Reocupar las maternidades (una reescritura)

22 02 2014

Al leer en Pikara el artículo Desocupar la maternidad de Brigitte Vasallo, me llamó la atención una frase que era planteada como clave del problema para articular dicha desocupación.

Soy hombre cis, algo rarito pero cis, y con una historia sexual hasta ahora hetero (vamos, con una apariencia muy normativa). Escribir desde esta posición puede resultar espinoso. Pero lo maternal, lo madre, me toca.

Dice Vasallo en uno de sus últimos párrafos que probablemente la maternidad como concepto no tenga solución posible, unido como está necesariamente a las mujeres y, a su vez, a una concepción de mujer totalmente biologizada.

La frase en cuestión me había llamado la atención porque mezcla dos aspectos muy distintos de la maternidad y reforzaba el vínculo sexo-género y una concepción binarista. Quiero creer que la autora no pretende eso. Pero la leo y plantea que el sexo-mujer, como elemento indispensable en el aspecto biológico de la maternidad, tiene una relación biunívoca con el aspecto social, relacional y de cuidados de la maternidad, con la construcción cultural de madre.

Nunca he estado muy cómodo con la naturalización de las costumbres. Como cuenta De Waal en El simio y el aprendiz de sushi, muchas especies animales de todo tipo transmiten rasgos de comportamiento que han sido tradicionalmente asociados con el instinto, con lo natural, a través de la cultura. La biología acota o potencia ciertos rasgos, pero hay muchos comportamientos construidos culturalmente a través de las sucesivas generaciones y narrados como naturales.

Y es ahí donde me choca la frase del artículo de Vasallo. Porque plantea una semi-rendición ante el hecho consumado de que el orden hegemónico existente liga el condicionamiento biológico (solo las mujeres pueden tener hijos) con la fuerte relación emocional que se establece con la descendencia. Un orden que pretende naturalizar dicha relación con el género femenino.

Como sostiene Hernando en La fantasía de la individualidad, defender la existencia de algún tipo de vínculo esencial entre lo masculino y el sexo de los hombres y lo femenino y el sexo de las mujeres dificulta en sumo grado la lucha por la igualdad. Y la igualdad que persigue Hernando no es pacata, es una igualdad trasfeminista, donde no haya estereotipos normativos a los que las personas deban de ajustarse por tener un cuerpo diferente.

Claro que al enunciarnos como madres nos afirmamos desde una categoría relacional, como sujetxs-en-tanto-que, como identidad-relacional que el patriarcado visibiliza solo en el sexo-mujer y niega en el sexo-hombre. Pero debemos reapropiarnos del lenguaje, no para desocupar la categoría madre, sino para reocuparla con nuestras maternidades. Ser madre (la identidad-relacional) hay que visibilizarlo tanto como las otras facetas de nuestra identidad. Sacar a la luz esos vínculos con tu descendencia (tener hijxs) y con lxs demás madres (con maternidades similares o distintas a la propia). Visibilizar las maternidades en las diversas formas en las que las ejerzamos ante el patriarcado y ante (¿aquí me la juego?) algunas de nuestrxs compañerxs feministas. No limitarnos a tener hijxs (en el sentido a que apunta Vasallo).

Ser madre es desaparecer, sí, porque se nos excluye de la narración de la historia, de lo-que-se-hace. No creo que la estrategia esté en vaciar la categoría, creo que está en que seamos narradas.

Creo que la maternidad feminista pasa por reapropiarse de la categoría madre, contarla y sacarla fuera, expandirla en la línea que indica zemos98 cuando nos aboca a que Hablemos de lo madre. Lo queer aquí es que vomitemos su contenido haciendo visible la importancia de los vínculos, de lo relacional/emocional, en la misma medida que hemos usado la acción/lo-racional. No hacerlo es limitarse a contar lo que el patriarcado considera contable. Hagamos que lo que aún es privado, incluso en algunos ámbitos feministas, aparezca y se haga realmente visible, público.

Sin duda el discurso pasa por la realidad. El orden patriarcal nos plantea como irresolubles todas las situaciones que plantea Vasallo en este apartado de su artículo. Y sí, tener hijxs incluye un compromiso de crianza, porque los cuidados ligados a nuestras maternidades te imponen una dedicación sostenida que no se da ni en intensidad ni en extensión temporal en otras relaciones con lxs adultxs que eliges relacionarte/vincularte.

Esos techos de cristal que el patriarcado no-ve-pero-con-que-limita a quienes hoy por hoy se ven obligad-A-s a ejercer los cuidados hay que pintarlos y visibilizarlos. Esos techos existen en todas las escalas de poder, no solo profesional, y en todos los desarrollos de nuestras otras identidades/individualidades.

Pero parto de una posición en el orden que marca el patriarcado que no se acerca ni por asomo a la de Brigitte Vasallo, es una posición de privilegio. Soy consciente de que ello limita la traslación de mi experiencia. ¿Quizás solo debería dirigirme a mis pares en el patriarcado?

Los cuidados (y las maternidades como paradigma de los cuidados) dibujan líneas de nivel que me ayudan a saber hasta dónde quiero llegar. Desde mi posición, es cierto que en gran medida me las dibujo yo. Hago por repasarlas cada día para que las vean claramente, sobre todo donde menos las ven lxs otrxs que me narran la realidad con visión patriarcal.

No solo por defender mis círculos de cuidado, sino por utilizar las maternidades, la mía y la de lxs que me rodean como palanca de cambio. Las decisiones que toman las personas con posiciones de poder por encima de esas líneas, prácticamente todas sexo-hombres, suelen ser las decisiones más opresoras y reproducen las trampas del orden patriarcal. Son decisiones que sí o sí habría que tomar desde dentro de esas líneas, de forma comunitaria, teniendo en cuenta lo relacional.

Reapropiarnos de nuestras maternidades y redes-maternizarnos (no desmaternalizarnos) puede ser un arma válida. Suscribo las ideas de base que Brigitte Vasallo plantea y las críticas que hace. Pero opino que la desocupación de la categoría patriarcal de madre pasa por tomar la categoría al asalto y no por vaciarla.

Por mis características personales nadie me ha preguntado con asombro cuando los ha visto a mi alrededor, ni siquiera “ah, pero… ¿eres padre?”. Si se hubiera dado el caso, habría contestado: “no, soy madre. Tan madre (en lo relacional), ni menos ni más como su otra madre (relacional y biológica)”. Porque esos son los tipos de vínculos/cuidados que quiero tener con ellos, y los que quiero que desarrollen, mucho más importantes que las relaciones que el discurso patriarcal narra para su categoría padre.