Silvicultura radical

31 05 2017

(una reseña de Trincheras Permanentes)

Cuando nos encontramos paseando por el campo y nos acercamos a las lindes de un bosque, solemos fijarnos en los troncos y las ramas que se alzan derechos, como iluminados, o tortuosos, debatiéndose constantemente consigo mismos.

También reparamos en las hojas cuando nos adentramos un poco en la espesura. Lanzando mensajes; todas al unísono o algunas más grandes y relucientes, reclamando la voz cantante, y el resto apoyando, disintiendo a veces, esperando a que una nueva hoja más cercana tome fuerzas y canalice sus murmullos.

Más extraño es que bajemos la vista y reparemos en las raíces que sostienen a los árboles adentrándose en el terreno, sacando laboriosamente y sin ruido perceptible los nutrientes que cuidan la vida de cada uno de ellos, cavando las trincheras que los llenan de brotes cuando la tierra es fértil y los hacen resistir cuando las condiciones no son las mejores. Una red de trincheras que deben mantenerse constantemente porque sin ellas, aunque no se vean, ni el bosque ni los árboles son posibles.

En Trincheras Permanentes (Pepitas de calabaza, 2017), Carolina León se adentra en las trincheras y sigue las raíces, pero no las de los árboles y los bosques que componen, sino las de una toda una diversidad de organizaciones formales e informales, atravesando residencias de ancianos, centros sociales, grupos activistas, colectivos de afinidad, la externalización y las cadenas de cuidado, e incluso páramos solitarios en los que una persona aislada busca un terrón por el que ya pase otra raíz para tocarla y no sentirse tan sola; para cuidar o que le cuiden. Con una prosa que hace del ensayo una red de historias y senderos, a través de entrevistas y testimonios propios y ajenos que recorren un lustro, León compone un interesante trabajo de periodismo reflexivo. No deberíamos llamarlo gonzo porque no se infiltra ni suplanta identidad alguna, pero tampoco documental porque León también ejerce de fuente y entrelaza su experiencia con las de las otras protagonistas. Visibilizar los cuidados, no solo para reconocer su papel fundamental en las organizaciones sino para discutir y actuar sobre ellos, para hacerlos políticos y ensuciar de tierra las manos de unos usos sociales públicos, un activismo y una acción política que siguen tendiendo a despegarse del suelo y las raíces que los sustentan, perpetuando un mito fantasioso de independencia cuasi divina. León esboza propuestas, ideas, desde el feminismo y la autogestión. Aunque en lugar de esbozar, quizás deberíamos decir que desbroza, porque apenas empezamos a remover esta tierra que nos nutre e imaginar otros modos de hacer lo necesario pero que nunca hemos querido tratar claramente, a trinchera abierta.

En los últimos años, prácticamente de forma contemporánea al recorrido de experiencias que ha generado este libro, los estudiosos de los ecosistemas boscosos han ido constatando su intuición de que las raíces no solo hacen posible la vida de los árboles como grupos vitales independientes. Más allá de ello, constituyen la red a través de la cual los distintos árboles de un bosque se autoorganizan y comunican como canal básico, radical, y cuidan unos de otros intercambiando sustancias que los protegen y permiten vivir mejor, reconociendo su interdependencia también en la diversidad, entre los árboles de distintas especies que coexisten en el bosque.

León apunta en el mismo sentido. Si queremos cambiar realmente algo, hemos de hablar de los cuidados, en lo personal y en las organizaciones, hacerlos públicos y políticos, porque las raíces de los cuidados rara vez no están entrelazadas. Si queremos árboles y bosques que perduren aunque sea como resistencia, hemos de poner en práctica una silvicultura radical. Si no nos cuidamos entre todas, no llegará a ser realmente nuestra revolución.





escamas

29 12 2016

la piel escamada
dubitativa de sí misma
ahora que los científicos sospechan:

hasta los tiranosaurios tenían plumas





el varón demediado

25 05 2016

Desde El Topo me propusieron darle unas vueltas al concepto “hombre queer” para el nº 16, que ya está en la calle. ¿Tiene sentido esa categorización? ¿Puede ser realmente queer un hombre? Estas son algunas de mis reflexiones.

Comencemos por situarnos corpórea y socialmente. Quien escribe nació con órganos sexuales masculinos, fue educado como niño dentro de los cánones aceptables entre los progres de la España de los 70 y se siente aceptablemente a gusto en el cuerpo con el que nació. Soy lo que se denomina un cis-hombre u hombre cis. Cis (de este lado, en latín) por contraposición a trans (del otro lado, también en latín).

Este lugar que ocupo me impone ciertas cargas pero sobre todo me dota de una multitud de privilegios, posiciones de partida en las que me pone el contexto social, por las que no he tenido que luchar y desde las que se interpretan mis acciones. Hay otros atributos que arropan a este lugar y que funcionan como el de hombre en otros ejes de relación social. Caucásico, con un trabajo remunerado relativamente estable, un historial de relaciones caracterizado por la heterosexualidad. Estos atributos dan un lustre especial lo que se lee desde fuera de mi cuerpo en relación a mi género: hombre. Algo que ha sido desarrollado con el pretexto de un sustrato corpóreo -el cuerpo y la diferencia sexual- y que al materializarse como tarjeta de presentación pasa a ser un concepto cultural y político en torno al cual se ha construido una forma de describir y entender el mundo; la forma en la que desde hace mucho tiempo y en la que aún en nuestros días, con algunos retoques superficiales, hemos sido educadas y criadas la gran mayoría de las personas.

Desde este lado escribo y a este sitio creo que se refiere el consejo de redacción del Topo cuando ha mencionado el vocablo hombre.

La fabricación y asignación de las tarjetas de presentación ha estado históricamente gestionada por el grupo de personas con más privilegios en los distintos ejes de relación social. Y como los privilegios implican derechos sobre otras personas, las propias van escritas en tablas de piedra, custodiadas en algún lugar sagrado del imaginario, y las que se dan a los otros grupos van teniendo peor calidad de impresión cuantos menos privilegios tienen. Hasta el punto de que se fabrican por omisión. Es decir, dando atributos que podrían figurar en sus tarjetas pero sin proveer ni siquiera un trozo de papel, de manera que no puedan presentarte por su cuenta, que no puedan visibilizarse, que no sean sujeto.

Cuando las personas afectadas se apropian de esas tarjetas de presentación, en papel de calidad o distribuidas por omisión,  pero sobre todo cuando las usan como bastión para la lucha por mayores libertades y derechos de un colectivo o para la defensa férrea de los que se les tienen concedidos a priori sobre otras personas (los privilegios y la pertenencia a clubes privilegiados), se crean lo que conocemos como identidades.

Las identidades son importantes. Te permiten re-conocerte en el colectivo de personas con tarjetas iguales a la tuya. Más aún cuando tu tarjeta de presentación, materializada o no, no te pone en una magnífica posición de salida con respecto a las personas portadoras de otras tarjetas. Pero además, y sobre todo, lo son si esta era de las emitidas por omisión, porque entonces te convierte en fabricante de tu propia tarjeta. Realiza y visibiliza tu identidad. Te permite convertirte en sujeto de lucha por una mayor justicia social con respecto a tu grupo, así como realizar alianzas con otros grupos para aunar luchas.  El reverso tenebroso de lo identitario es que, si no se ponen las alianzas al mismo nivel que las identidades, puede conllevar fácilmente la aparición de nuevos privilegios de unos grupos sobre otros.

Sobre lo queer digamos que, simplificando mucho, canaliza la lucha contra las categorías normativas, entendida no como postura sino como acción y desempeño real en las formas de relacionarse con las otras personas, en lo relativo al sexo-género pero también a la raza, religiones y otros ejes sobre los que se articulan relaciones de poder y opresión… para dinamitar dichos ejes. Lo queer reivindica lo raro como subversión de los límites y códigos binaristas impuestos en cada eje por el sistema heteropatriarcal, pero lo raro como forma de lucha y no como mero posicionamiento.

¿hombre queer?

La tarjeta de presentación hombre, cuando se enarbola como identidad por los cis-hombres, habiendo sido fabricada por ellos mismos, casi siempre suele ser para defender sus privilegios. Pocas, muy pocas veces, se usa como base de examen de dichos privilegios para rechazarlos en favor de una mayor justicia social hacia otros grupos en el eje género. En esos pocos casos suele acompañarse de complementos calificativos como feminista, por la igualdad, contra el patriarcado, que vienen a indicar distintos enfoques del proceso que se quiere emprender. ¿Pero… enarbolar lo queer como calificador? ¿Y junto a hombre?

Es verdad que yo preferiría no equiparar en estos procesos la tarjeta a identidad, no siendo bastión de defensa sino un punto de partida para lo contrario, para destruir las relaciones de poder que genera. Creo que una profunda revisión y rechazo de los privilegios conlleva intentar romper la tarjeta en trocitos. Reconocerse como portador de la misma (los llevas en el fondo de los bolsillos por muy pequeños que los consigas partir) pero trabajar contra su ejecución como identidad. No quiero decir que haya que tomar una actitud post-identitaria sino que, en tanto que autoreconocida como portadora de privilegios que no considera justos y quiere rechazar, debe emprenderse un proceso de autodestrucción de dicha identidad específica.

Y en ese sentido, sí, ejercer una queeridad silenciosa, no enarbolada como flamante anti-categoría. Que sean por una vez el proceso y las acciones las que formen, o no, una nueva tarjeta que sea acuñada por las personas que pertenecen a otros grupos que parten de una posición menos privilegiada. Por una vez, no autodenominarse, no nombrarse a sí mismos con “nuevas formas cool -más justas- de ser hombre cis” (¡ay!, las nuevas masculinidades) y mucho menos como hombre queer, sino simplemente actuar y dejarse contar por las otras personas.

Parafraseando a Braidotti: No será autodenominación deliberada lo que nos permita encontrar la salida, sino los cambios en las estructuras profundas de la identidad a través de intervenciones que trascienden esta autodenominación y que exigen la acción.

Lecturas:

Aspiazu, J. Hombres y feminismo: del privilegio… Papeles del CEIC Vol. 2015/2 [P. nº 127]. En https://goo.gl/21PeIB

Gil, S. L. y Orozco, A. P. Transfeminismo: ¿sujetos o vida en común? Diagonal, 19/07/2010. En https://goo.gl/nHie2m

Braidotti, R. Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade. Ed. Gedisa, S.A. (2004)

Nxu Zänä. Contra la teoría Queer. Ciudad de mujeres, 27/10/2010. En http://goo.gl/mXmhqi

Suarez, B. (ed.) Feminismos lesbianos y queer. Representación… Plaza y Valdés Ed. (2014)

 

 

 

 





No te llamaré machote, no te llamaré princesa.

11 03 2016

(fronteras, preguntas, esbozos de reflexiones algo deslavazadas, notas, y melones que se abren…)

Seguir una educación transfeminista, “una práctica educativa posibilitadora de otras formas de vida a través de la flexibilización de las fronteras entre lo que se ha considerado inteligible e ininteligible, abyecto o monstruoso.(Carrera, 2013)“[…], respetando una “vocación transformacional, desconfiando en aquellas miradas más cómodas y amables de la interseccionalidad, para volver a esos orígenes radicales que llaman a repensar las simultaneidades, las encrucijadas y los silencios, las relaciones de poder, los privilegios y el empoderamiento (Platero, 2014a)” (Extraído de Amaro, 2014).

fronteras,

Recuerdo momentos de la niñez, a principios de los 70; cuando te hacías una herida y llorabas, cuando te ponían una vacuna y no lo hacías, cuando te tomabas el colacao con huevo crudo desleído como cena si se volvía muy tarde a casa y al día siguiente había cole. Momentos entreverados en la cotidianidad. Momentos en los que frecuentemente caía de la persona adulta que tuvieras al lado un ¡venga!, que tú eres un machote, un ¡qué machote! o un ¡de un tirón, como un machote! Machote era el epítome de todo el resto de pequeñas sugerencias formales para moldear la conducta a una normatividad esperada y deseada por el mundo adulto. Un machote lanzado las más de las veces con la mejor de las intenciones, para apoyarte o para minimizar algo que percibían como daño potencial, pero tras el que se ocultan las formas subrepticias con las que intenta moldearnos la normatividad hegemónica.

Recuerdo cómo esa invitación, ese refuerzo a no hacer ascos a las dificultades y ser valiente, a cumplir con un patrón como niño, me resultaba a veces fuera de lugar (¿pero qué tonterías me estás diciendo?, pasaba por mi cabeza), a veces una intromisión absoluta en la manera en que mi yo personita, mi yo cuerpo, habíamos decidido o sentido afrontar una situación (¿porqué quieres coartarme?, consuélame o anímame si quieres – cuídame-, pero no lo hagas de esa manera). A veces saltaba el fusible, pero muchas otras no. El goteo de refuerzos hizo de forma relativamente eficiente su trabajo.

En general, como padre (¿madre?), me planteo a menudo la forma en que debo relacionarme con mis hijxs. Incurro en fallos, sin duda; fallos con respecto a la forma en que yo mismo creo que debería hacer las cosas; pero intento ser coherente dentro de cierto margen de tolerancia con el mundo que deseo para ellxs, para mí mismo y para lxs demás.

La amplitud de dicho margen varía en cada momento dependiendo de múltiples factores: un balance entre arrojo, miedo, oportunidad, consecuencias inmediatas, potenciales consecuencias futuras, estados de ánimo… míos, de mis hijxs, del contexto… Quien enarbole la bandera de la pureza en la acción, que la tire con fuerza hacia arriba; creo que antes o después le golpeará el mástil en la cabeza con el mismo ímpetu.

Me planteo la forma en que debo relacionarme con mis hijxs, primero, como defensa de su libertad de conformarse como se lo vaya pidiendo su propio yo y, segundo, como trabajo de la resistencia propia y de la defensa de la resistencia de lxs otrxs frente a la presión hegemónica. Anhelo que sean quienes quieran, anhelo que lo sean conscientes de las relaciones/ejes de poder en que están inmersxs, y anhelo que se posicionen del lado de quienes sufren opresión en cualesquiera de esos ejes, independientemente de dónde se encuentren posicionadxs en cada momento de sus vidas pero siendo todo lo plenamente conscientes posible de dicha posición en cada eje.

 

preguntas,

¿Cómo afrontar el crecimiento de estas personas, por las que sientes un tremendo cariño, a través de su infancia y luego adolescencia hasta que alcancen un nivel de autonomía sensato a partir del que nos damos cuenta que ya no educamos, que simplemente compartimos opiniones con ellxs? ¿Hemos de permanecer al margen de los temas considerados escabrosos -en todas las acepciones de la palabra- por el sistema hegemónico y que ellxs reflexionen sobre los mismos cuando sean personas adultas? Ese ejercicio de desmontaje cuando todo o casi todo está hecho. ¿O debemos provocar encuentros para abordar esos temas en las encrucijadas de la cotidianidad?

Podemos pensárnoslo; mientras tanto el sistema hegemónico, con esa piel de cordero que llamamos la sociedad, con sus machotes y sus princesas, irá haciendo su trabajo de moldeado por erosión. A veces suavemente como la corriente de agua, a veces violentamente como el hielo en la roca.

 

esbozos de reflexiones deslavazadas, notas, y melones que se abren…

De todos los posibles ejes de relaciones de poder-opresión, quiero empezar a reflexionar sobre aquellos relativos al asunto que introducía en el primer párrafo: los ejes relacionados con el género (identidad y roles) y el cuerpo-sexo, y las desesidades(#) relacionadas con ellos.

¿Cómo defender su libertad de conformarse como se lo vaya pidiendo su propio yo?

Hay un libro interesante que trata parte de estos temas en un contexto específico, que se plantean la mayoría de lxs tutorxs de menores, sobre todo cuando encajan con -o son relativamente dóciles ante- las exigencias de la normatividad hegemónica, pero del que se se pueden extraer enseñanzas muy útiles. El libro aborda la problemática a la que se enfrentan aún lxs menores trans*(##) o que rompen las normas de género, sus familias y sus educadores, y les provee de algunas herramientas útiles. Pero además, es un libro útil para otras familias y educadores, no solo como introducción y herramienta para luchar contra la transfobia, sino como base para reposicionarse y revisar el enfoque que las personas adultas damos a nuestra relación educativo-afectiva con lxs menores en la casa y en la escuela.

Lo trans* en la infancia y la adolescencia comienza a aparecer en los medios con cierta frecuencia(###). Esto es un gran avance sin duda; lo pone en la agenda pública y facilita establecer diálogos en la cotidianidad con personas que antes habría sido imposible. Y sin embargo, la forma en que lo trans* en la infancia y la adolescencia está siendo mostrado en la mayoría de los casos ofrece una visión deformada, medicalizada y que intenta encajar la realidad diversa en la visión simplista, binarista y aniquiladora del sistema hegemónico que no quiere ver los ejes de poder que se establecen ni el amplio espectro continuo de diversidad, sino cajas compartimentadas (niño, niña, pene, vagina, hetero, homo… blanco o negro). En este sentido, veo importante realizar un ejercicio de responsabilidad y luchar por la visibilización de las situaciones/personas que sufren discriminación/opresión (como inicio de resistencia) pero también contra la presentación de dichas situaciones en el marco miope de la hegemonía actual.

Cuando cuentan historias de superación personal, ocultan que la superación no es tanto de conflictos propios como de destrucción de las barreras epistemológicas, las etiquetas y los límites que impone el sistema hegemónico. Cuando ligan estas historias a la corrección de errores identidad-cuerpo cometidos por la naturaleza, solo muestran cajas compartimentadas, y ocultan que a) las identidades no tienen porqué encajar en ellas, b) no existen cajas tampoco para los cuerpos, la estadística morfológica no establece norma, y c) no hay ninguna equivocación; simplemente los cuerpos son nuestros y podemos transformarlos si queremos -en la medida en que la técnica nos lo posibilita, cada vez más-. Además, las motivaciones para hacerlo son absolutamente individuales, respetables y no cuestionables.

Acompañamiento es la palabra. Acompañar, no dirigir, a tus hijxs mientras se preguntan, exploran y descubren quienes quieren ser. Yo añadiría que empezando por no llamarles machotes ni princesas; para que más tarde, y conforme vayan teniendo capacidad de establecer diálogos más complejos, se pueda hablar sobre los vocablos niño y niña. Dos formas en las que el sistema nos denomina para simplificar mucho pero que, por medio del uso continuado de esa simplificación y los intereses de algunos poderosos, se han asumido como moldes rígidos; y la idea de que debemos encajar en uno u otro molde -además por imposición y no por elección- se convierte en una prisión para muchas personas.

¿Cómo trabajar la resistencia propia y la defensa de la resistencia de lxs otrxs frente a la presión hegemónica?

Creo que este aspecto parece más fácil pero es realmente más complicado. Exige una revisión conjunta y constante de la cotidianidad. De lo que pasa en la escuela, en la casa, en el patio, en la familia extendida, de lo que sale en las noticias y en las series y películas, en los juegos que juegan y en los cuentos y libros que leen. Visibilizar los ejes de poder-opresión y ayudarles a situarse en ellos, con las palabras adecuadas para cada edad.

El proceso es largo pero poco a poco va permitiendo un diálogo útil, arrojando luz sobre las relaciones de poder existentes y ejercitando la resistencia hacia los mandatos que vienen desde las posiciones privilegiadas de los ejes con respecto a cada persona, a la vez que visibilizando las injusticias que cometemos hacia aquellas personas en posiciones menos privilegiadas que unx mismx. Aprender cuándo nos ponemos del lado de la hegemonía que normativiza y atenaza. Re-conocer tu parte opresora para re-situar tu parte resistente. Resistir y luchar desde tu posición contra la parte más opresora de los ejes (defender tus derechos); analizar tus relaciones de poder hacia la parte más oprimida y defender su lucha y su resistencia (sus derechos frente a tus privilegios). Creo que esa toma de conciencia es el principal detonador de la generación de alianzas y de la defensa de la resistencia de lxs otrxs(####).

¿Y las desesidades?

La adquisición y defensa de esta conciencia propia y con respecto a las otras personas son un elemento fundamental, pero los veo principalmente como un ejercicio de posicionamiento y de trinchera, de resistencia estática, en el contexto social. Algo parecido a una foto fija.

Es con la expresión y la búsqueda de satisfacción de nuestras desesidades, en relación de las desesidades de las otras personas, como ponemos realmente en movimiento el engranaje de los ejes de poder-opresión para accionar mecanismos de alianzas, de cuidados comunes, resistencias activas y luchas por subvertir esos ejes… o de reafirmación de los mismos.

Poner en práctica para nosotrxs mismxs, y acompañar a nuestrxs hijxs en su navegación a través del mundo de las desesidades es lo realmente difícil. Y desde que la adolescencia empieza a llamar a sus puertas, es algo bastante similar a aconsejarles desde la orilla cómo navegar durante un temporal.

En esto ando yo ahora, intentando parecer en la medida de lo posible un faro que acompaña, sabiendo que lo que realmente hago es llevar corriendo en volandas un farolillo.

 

Notas:
# Pérez Orozco usa este término (Pérez Orozco, 2014) comentando que desde Centroamérica, en el contexto de la Educación Popular y la Investigación Acción Participativa, las mujeres lanzaron la propuesta de un nuevo vocablo para resignificar la idea de necesidades sin escindirla de los deseos: las desesidades.
## Platero (Platero, 2014b) engloba en el concepto/ámbito trans* a todxs aquellxs menores que no encajan en la normatividad hegemónica, señalando la heterogeneidad a la hora concebir el cuerpo, la identidad y las vivencias que van más allá de las normas sociales binarias impuestas.
### Esta creciente presencia de lo trans* en los medios -mass media y de forma más acentuada en medios feministas- causa a veces cierto “picor” entre algunas personas desde diversas del espectro de los feminismos. Un picor solo explicitado a media voz, creo que por el temor a aparecer como opresoras en el eje cis-trans, y que me parece que tiene que ver con dos temas muy distintos. Uno, la excesiva visibilización de un colectivo que rompe de una manera más espectacular las normas hegemónicas en detrimento de la visibilización de los problemas del colectivo con mayor volumen de personas oprimidas -las cis-mujeres-; y otro, la forma de visibilización que potencian los medios -estos sí generalmente de masas- que refuerzan el binarismo del sistema, lanzando la idea de que respetemos las identidades sentidas, sí, pero que para elegir solo hay dos sabores. ¿Mi opinión? Con respecto al primer tema, alianza, alianza y alianza. Con respecto al segundo, la lucha es contra los medios y contra los “expertos” que manipulan a su voluntad el mensaje favoreciendo el discurso binario.
#### Haraway introduce el concepto de los conocimientos situados en los feminismos en “Situated Knowledges: The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective”, incluido como capítulo 7 en la traducción al castellano de su libro Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza (Haraway, 1995)

 

 

Referencias:
Amaro, Ángel (2014). “Masculinidades contrahegemónicas y coeducación transfronteriza: Erradicar las violencias basadas en el género (vbg) en el ámbito escolar”; en Cooperativa de Estudios Históricos y Ciencias Sociales, Cehycso. Revista Sociedad y Cultura. N° 2, 2014: 109-128. Disponible en: https://revistasociedadycultura.files.wordpress.com/2015/02/rsyc-2-5-amaro.pdf
Carrera Fernández, María Victoria (2013). “Educando Queer: el educador/a social como agente de subversión de género en la escuela”; en Revista Iberoamericana de Educación. Nº61/2. Disponible en: http://www.rieoei.org/deloslectores/5553Carrera.pdf
Pérez Orozco, Amaia(2014). “Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida”; Ed. Traficantes de Sueños. Colección: Mapas. Disponible gratuitamente en PDF pero, si podéis, compradlo o al menos donad. http://www.traficantes.net/libros/subversion-feminista-de-la-economia
Platero, Raquel (Lucas) (2014). “Metáforas y articulaciones para una pedagogía crítica sobre la interseccionalidad”; en Quaderns de Psicologia. Vol.16(1), Nº1. Disponible en: http://www.feministas.org/metaforas-y-articulaciones-para.html
Platero, Raquel (Lucas) (2014). “Trans* exualidades. Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos”; Ed. Bellaterra, Serie General Universitaria. Puedes comprarlo en papel -más de 20€-, o en pdf a un precio muy asequible aquí: http://www.ed-bellaterra.com/php/llibresInfo.php?idLlibre=1033
Haraway, Donna (1995) Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Ed. Cátedra.




el cuerpo mudo

17 02 2016

el cuerpo mudo
la boca ciega
las manos quedas
la espalda extensa
escuchando
el sueño frágil
la noche alerta
la piel despierta
la lengua calma
esperando





A las barricadas (crónica de un encuentro de hombres feministas en SVQ)

24 08 2015

El 17 de junio pasado tuvo lugar un encuentro de hombres feministas en el CSOA Andanza, espacio liberado por más de un año y en el que se han venido desarrollando actividades sociales, culturales y políticas en el casco histórico norte de Sevilla que fue tristemente desalojado sin previo aviso un mes después. Ese desalojo tiene que ver mucho con lo que se trata en este artículo y se discutió en el encuentro aún sin explicitarlo: lo individual y lo relacional, lo monetizable y lo disfrutable, lo visible y lo oculto, la propiedad/posesión como fantasía de poder independiente y la colectividad/lo común/la colaboración como base de una vida que merezca ser vivida[i].

La convocatoria tuvo su elemento desencadenante en las II Jornadas Anarkofeministas celebradas en enero en Andanza. También se sumó gente que no había asistido a ellas. En las dichas jornadas se había puesto de manifiesto masculinidadesque, dentro de los colectivos, sigue existiendo un problema importante de machismo. A veces de baja intensidad y supuestamente no intencionado, a veces explícito pero al que quien lo practica le quita hierro haciéndolo si cabe más hiriente.

Algunas de las personas participantes en el evento del 17 llevaban mucho tiempo trabajando de forma organizada contra el machismo y la violencia de género u otras opresiones que vertebran el heteropatriarcado, otras menos y en grupos informales; otras tenían un recorrido más solitario, y otras aparecieron simplemente porque se enteraron de la convocatoria y el cuerpo o la conciencia se lo pedía. Pero todas estas personas tenían algo en común: ser identificados como hombres por la sociedad y gozar de los privilegios que el sistema heteropatriarcal les concede por ello.

Durante la organización y ya en el desarrollo del encuentro se suscitó la conveniencia o no de que pudieran participar personas no identificadas como hombres por la sociedad. Prevaleció la decisión de que debía de tratarse de un evento no mixto, básicamente por dos criterios: poder enfrentarnos a los temas que se tratarían de forma cruda y a la vez mostrando la vulnerabilidad que habitualmente ocultan los hombres en espacios más abiertos y, también, la sensación de que un paso importante del trabajo de exposición, análisis y erradicación de los privilegios puede darse mediante una discusión crítica, honesta y reflexiva entre privilegiados.

Paulino Ramos, que coordinó la primera parte del encuentro, hizo una analogía de la pertinencia de un acto no mixto con la reflexión que hacen las personas veganas cuando trabajan sus privilegios y renuncian a ellos, previo reconocimiento de los mismos (salvando las distancias entre ambas problemáticas y los colectivos oprimidos, claro está). En este sentido, parece importante ese espacio de reflexión también para trabajar los privilegios en torno al género.

Por otra parte, fuera del marco del encuentro, algún hombre me ha comentado que un grupo privilegiado nunca va a renunciar a las ventajas que le concede el sistema y, de forma sarcástica y a la vez cariñosa, ha usado el término santo varón queer, como si de “buenos hombres raros” se tratase. No creo que el colectivo vaya de eso en absoluto. Sobre la conveniencia o no de enarbolar la queeridad como bandera cuando pertenecemos al colectivo privilegiado también ha reflexionado Paulino en el artículo “los hombres cansados de serlo” [ii]. En todo caso, no todos eramos veganos, ninguno santo, más de uno incómodo con el traje de varón. Pero que a veces se nos perciba como una Sociedad de Veganos o de Santos Varones (Queer o no Queer) –SVQ-, así como la capacidad de reírnos de nosotros mismos, es parte del proceso de (auto)crítica y transformación que queremos recorrer como conjunto y como individuos.

El encuentro se desarrolló en dos partes. Primero un laboratorio corporal y luego un debate sobre el cometido que se pretendía dar a esta nueva comunidad.

En el laboratorio se trabajaron movimientos en solitario, en grupo; contactos fugaces, intensos. En la fase de reflexión sobre el ejercicio, conversamos sobre sensaciones muy diversas, como distintos eran los cuerpos de los asistentes y distintas las formas en que tenían amuebladas sus cabezas. Conmoción para algunos, más dificultad de conexión para otros. Una sensación común: ganas de continuar más adelante con este trabajo. Los más aguerridos y los flacuchos, los corporalmente expresivos y los golems de piedra recién despertados y somnolientos, los danzarines suaves y los gorilas. Para aquellos que estuvieron presentes, tuvo un impacto muy positivo en el debate posterior.

Durante el descanso previo al debate sobre el origen y el propósito del colectivo, alguno tuvo que marcharse. También llegó alguno más: alguien rezagado, otro que quizás pensó que no se habría sentido cómodo con el ejercicio corporal cuando vio la ilustración del cartel de la convocatoria. En cualquier caso, tan representativos del amplio espectro de personas con privilegios por ser etiquetadas hombres[iii] como cualquiera de los que ya estaban allí.

En la charla fueron saliendo multitud de temas, personales y generales, historias de vida y posicionamientos sobre la política de la vida. Antonio Moreno, que ejerció de dinamizador, supo dar voz a todos y sacar, a través de diversos ejercicios de reflexión, escritura y mapeo cruzado de ideas, una enunciación consensuada del objetivo que buscará esta comunidad

Como muchos enunciados consensuados, se dejaron fuera flecos con los que habrá que encontrar conexiones para que puedan ser articulados desde el grupo. Lo recupero de la memoria, con ayuda de Antonio, ya que solo fue expresado oralmente y quedó escrito en el momento:

“Ha nacido un grupo para la lucha contra el patriarcado, la abolición de los privilegios del machismo y la deconstrucción de género; un grupo concebido como una escuela para deseducar/nos desde el amor, entendido como afecto, empatía, cariño y con una lógica de cuidados donde impera el respeto, la reflexión y el diálogo de cara a la transformación personal y social, visibilizando, comunicando y actuando en común sobre los diferentes aspectos relacionados con la igualdad.”

Como muchos enunciados constituyentes de nuevos colectivos, la redacción puede parecer algo naíf. O muy naíf. Sin embargo es quizá en está ingenuidad y candidez, en los términos utilizados, en la que resida la potencia para, por un lado, acompañar y apoyar a los colectivos de mujeres feministas de la ciudad y, por otro, intentar acometer un trabajo de fondo hacia adentro y de acción hacia afuera con las personas identificadas como hombres por la sociedad.

Entre otras acciones se mencionaron: la necesidad de dirigirnos y hablar con los jóvenes, en los espacios liberados y en los institutos; de abordar las diversidades de todo tipo y expandir nuestro ejercicio de aprendizaje, entre muchas otras posibilidades pidiendo colaboración y siendo receptivos a las sugerencias/contribuciones de los colectivos de mujeres feministas de nuestro entorno, o pidiendo aportes a los hombres trans, con los que algunos pensamos que puede surgir una conversación/alianza fructífero en este camino que el grupo comienza a dar en conjunto.

Una llamada, pues, a subir a las barricadas no para bramar como machitos políticos, sino para mirar hacia adentro, cuestionarnos y replantearnos en lo personal y en lo colectivo, en el fondo y en las formas; y para mirar hacia afuera y actuar con/interpelar a otros hombres (especialmente con los jóvenes).

[i] Una lista de referencia para la lectura:

[ii] Ramos, Paulino (2015) Los hombres cansados de serlo.https://limitrosfera.wordpress.com/2015/06/21/los-hombres-cansados-de-serlo/

[iii] Cuando me refiero en el texto al etiquetado o identificación como hombres por la sociedad, no quiero dar una visión victimista de estos individuos como sufrientes pasivos de un rol impuesto, sino como poseedores de un conjunto de privilegios con que la sociedad les equipa. No cabe duda de que existe una negociación con el sistema, que les exige ciertas contraprestaciones para colocarlos en la categoría hombre. Un acuerdo que es construido a lo largo de la formación del individuo y aceptado de facto casi siempre y casi en su totalidad, precisamente por los privilegios que conlleva. Se requiere pues un trabajo de autoanálisis y reeducación para abordar el tema en los individuos ya formados. Y un trabajo de contraprogramación de las presiones del sistema en el caso de los individuos en proceso de formación.





lo pequeño

21 04 2015

a veces se me va la cabeza y se me olvida

que
hacer
se hace
en lo
     pequeño
y, de ahí,
ir
tejiendo

las redes, mejor hilarlas que lanzarlas





sobre los cuerpos

25 02 2015

Las pocas veces que en un post he mencionado el tema de los cuerpos,
lo he hecho de pasada escudándome en la complejidad del asunto.
Ni mil palabras nos bastarían, dije. Tendrá que ser más tarde, dije. Me equivocaba.

De mi mente a mi cuerpo no encuentro las fronteras. No hallo las compuertas ni los pasos límite entre ambos. Los dos somos. Y así como empujo mi mente hacia lo que quiero y deseo, engullo, leo, escribo, aprendo, hablo, cuento, a trozos o entera… o callo si quiero;

así empujo mi cuerpo, engullo, leo, escribo, aprendo, hablo, cuento con mi carne, a trozos o entera, o callo si quiero.

Así como mi mente siente, deambula, y toma desvíos alejándose y volviendo una y otra vez a los derroteros que tenía tan sopesados;

así siente, deambula y toma desvíos o atajos mi cuerpo.

Más que un viaje, es un paseo. Voy al ritmo que quiero y puedo. Me paro donde me encuentro bien, a tomarme un café o a construirme un pueblo. Tanto si desde fuera percibes un conjunto de ideas raras o un cuerpo que no encaja en los trajes que tienes guardados en tu armario, el que sea, como si te parece que encajo perfectamente en ellos.





¿un hombre de verdad?

30 12 2014

Desvaríos griposos de un feminista de salón… y de cocina, y de pasar la aspiradora y… vamos, así de andar por casa y poco más.

Están los cuerpos y están las identidades. Simplificando mucho. Pero mucho mucho. O como dirían en Japón cuando descuelgan el teléfono: Moshi moshi… ¿sí, diga? ¿me lo dices o me lo cuentas? ¿Hasta dónde llegan los cuerpos y dónde comienza la identidad?

¿Y el género? ¿Qué hacemos con ese arma tan potente que nos ayuda a analizar uno de los ejes más importantes de la realidad pero que de tanto disparar a troche y moche nos da golpes en el hombro y nos lo va dejando morado? Y es que a base de análisis, muchas personas acaban usándolo como puro sistema de categorías. Y en vez de balas certeras disparan redes de arrastre. Celdas con barrotes, reproduciendo de nuevo, a nuestro pesar, el binarismo corporeo del lenguaje tradicional. Qué cosas.

Vaya lío, mi idea inicial era hablar de la ficción de la maternidad/paternidad. Pero dicen los dedos y las teclas que nanai. Hoy no me da el cuerpo griposo para desarrollar. Debería cambiar el título del post que queda muy fuerte…

No hay ganas, así que se va a quedar en una lista mínima deslavazada y hecha a bote pronto:

Las perras que nos pusieron a leer a Butler

Pride & Prejudice

Polémicas trans: nuevas categorías políticas en los encuentros feministas

y

Pasar, ¡qué complicado!

A propósito, ¿sabéis si hay algún grupo de hombres -esa palabra- por la igualdad que integre a los chicos trans? Por lo de abordar eso de las nuevas masculinidades con unas miras más amplias, digo yo. Que parece que no aprendemos nada de lo que ya llevan andado las compañeras.

Todo ello, desde la tranquilidad griposa de mi salón, como mencionaba arriba en la entradilla. Y con la calefacción puesta. Que lo primero es localizarse. Conocimiento situado ante todo.





Las personas que nos llamamos hombres feministas

16 11 2014

Hace tres semanas que estoy escribiendo de algo y me está costando. Me está costando porque es un tema espinoso que genera reacciones enfrentadas entre las personas pertenecientes a los distintos feminismos y porque también me provoca sentimientos enfrentados a mí mismo. Me está costando por la exposición que supone, aunque sea una exposición irrisoria frente a la que se exponen las mujeres[i] feministas en cualquiera de sus declaraciones, acciones o escritos.

¿Qué papel jugamos y qué papel debemos jugar las personas que nos llamamos hombres feministas? ¿Simplemente debemos limitarnos a acompañar? ¿Debemos estar más libres de contradicciones que las que consideramos nuestras compañeras o que las mujeres en general? ¿Dónde está nuestro sitio en la lucha feminista, si lo hay?

Algunas de las suspicacias que levantamos entre los feminismos las trataba June Fernández (@marikazetari) en Los hombres por la igualdad y las feministas, una relación complicada[ii] hace unos meses en eldiario.es. June hablaba del movimiento de hombres por la igualdad y el la revisión de las masculinidades que existe en su seno. También se refería a aquellos hombres que tienen un discurso feminista, pero en la distancia corta siguen haciendo uso de sus privilegios como si nada o los defienden argumentando que “esto es lo normal y yo no estoy pidiendo nada opresivo”[iii]. Contradicciones que a otro nivel también existen entre el discurso y la actuación personal de mujeres de los feminismos, aunque entiendo y veo normal que se sea más exigente con personas a las que el sistema coloca entre los privilegiados.

A un lado de esta postura a veces vemos mujeres feministas que nos consideran como aliados imprescindibles, como otro grupo con el que hay que contar para desmontar el sistema patriarcal, y/o que nos festejan cualquier concesión desde nuestro estatus privilegiado. Pero también mujeres feministas que nos localizan como claros intrusos del bando opuesto, intrusos que deben limitarse a deponer los privilegios y mantenerse al margen.

Las primeras, generalmente pero no siempre, están en la esfera de los feminismos (¿mal?) llamados de la igualdad. Con ellas nos encontramos cómodos, en escenarios confortables. Vemos que nos hacen casito, como se suele decir en twitter. Pero con ellas, los que nos llamamos hombres feministas pecamos con muchísima frecuencia del mismo endiosamiento del que nos provee el sistema patriarcal. Tendemos a sentirnos encumbrados, buenoshombres. Traidores al sistema patriarcal reconocidos y agasajados.

Las segundas, principalmente recorren desde posiciones que abarcan un amplísimo abanico que va desde los feminismos de la diferencia a algunos transfeminismos. Su rechazo a que personas provenientes de la parte privilegiada del sistema heteropatriarcal se unan a las filas activas de la lucha contra el mismo tiene mucho de comprensible.

Existe el obvio riesgo de cooptación del discurso por parte del propio sistema que nos privilegia. Esto ha sucedido con las líneas gruesas del feminismo de la igualdad, que hoy está integrado formalmente en el feminismo institucional. Sin duda se han conseguido avances y conquistas importantes frente a la situación existente decenios atrás. ¿Pero han sido motivados por una genuina intención de romper las relaciones de privilegio-discriminación o, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el sistema ha aceptado ciertas concesiones a cambio de que no se toquen las raíces profundas que sostienen dichas relaciones? A menudo a dichas concesiones solo acceden de facto un número limitado de mujeres, son picos de montaña a los que parece que las personas suben solas invisibilizando no solo al grupo de sherpas con quien escalan, sino a la ingente marea de gente que provee la base que les permite a los hombres y pocas mujeres dedicarse a escalar.

Desde un punto de vista productivista, muchos que se nombran hombres feministas de izquierda dirán que estos problemas de cumbres y valles son temas de clase. Otros, a los que les va más el discurso arriba-abajo, dirán que son temas de casta frente a la ciudadanía. No solo, no lo creo. Creo que si miras a la base, son principalmente temas de género entremezclados con la organización cuidados, como comentaba en Nos ocupamos del mar (Carta a los hombres sobre icebergs, montañas e igualdad)[iv], porque se dan en todo tipo de sociedades modernas con distinta organización social pero que tiene en común un mismo sistema base, el patriarcal. Un sistema que reproduce las desigualdades de género en otro tipo de desigualdades porque se basa en ese tipo de patrones de dominación.

Pero aparte de la posible cooptación por el sistema como tal, existe otro motivo de rechazo. La apropiación por parte de la persona que se llama hombre feminista de un rol que en principio debe pertenecer a la mujer como persona-no-privilegiada que lucha. Una apropiación doble.

Primero, ocupando el discurso del no-privilegio sin poder situarse realmente en él, ya que no es objeto de la opresión. La puede ver, puede intentar comprenderla, pero al máximo sufre solo efectos colaterales, no puede saber lo que es ser persona-mujer. No puede hablar de tú a tú con ellas. No en la mayoría de ámbitos. En ese sentido, creo que quienes nos llamamos hombres feministas podemos analizar, opinar, discutir, pero siempre desde una posición de escucha.

Segundo, al estar sobre un escalón privilegiado por más que se intente bajar la escalera, la visibilidad en lo público eclipsa a las personas que forman el grupo oprimido. Lo quiera o no, el hombre con discurso feminista en lo público tiene muchas papeleteas de que le pongan la medallita de salvador desde una parte de la sociedad cuando toma la palabra como portavoz de los feminismos. Y así, si no tiene cuidado, mina de alguna manera el propio discurso que intenta transmitir.

La realidad es que nos movemos como un funambulista por un delgado hilo para si no queremos caer en alguno de estos dos tipos de apropiación. Hay dos opciones: callar o arriesgarse. Si nos arriesgamos, hacerlo desde el conocimiento situado, es decir, reconociendo la posición privilegiada desde la que partimos. Y si nos caemos del hilo, por nosotros mismos o porque alguien lo mueva, aguantar el chaparrón. Querríamos esperar que en ese caso el chaparrón fuera implacable con las ideas pero indulgente con las personas. Pero hemos de ser conscientes que dado que esto no ocurre para las propias mujeres feministas en la mayoría de los casos, tampoco estamos nosotros en una posición desde la que exigir indulgencia. Esperarla sí, exigirla no, por mucho que luego duela lidiar con el ruido que se genera. Cuando pasa el chaparrón toca de nuevo decidir: callar o arriesgarse y caminar por el hilo. Y así cada vez. Prefiero la opción de arriesgarse, caerse de vez en cuando, y aguantar los chaparrones.

En el artículo Una carta abierta a los hombres (feministas)[v],[vi], publicado en Pikara (@pikaramagazine), Alexander Ceciliasson propone que los que nos llamamos hombres feministas nos ajustemos a dos líneas de acción bien claras: una, retroceder y callarnos y, dos, hablar con otros hombres. Es decir, no limitarse a la escucha y salir a lo público, pero cuando el público sea el de nuestros pares portadores de privilegios en el sistema patriarcal. Y para hablar de la transformación que debemos hacer en nosotros, no en lo que deben conseguir ellas. Centrarnos en trabajo de renuncia a nuestros privilegios, y dejar la lucha a quienes pertenece.

Ahora bien, una vez establecido el mapa de posibles escenarios en los que parece que nos movemos hoy, ¿no hemos de trabajar de otra manera para que esto cambie? Volviendo de nuevo al artículo de June Fernández, creo que ella apuntaba allí a otra línea clave. Incluía referencias a dos artículos también aparecidos en Pikara que me parecen muy certeros. Uno escrito por Jokin Azpiazu (@okerreko), ¿Qué hacemos con la masculinidad: reformarla, o abolirla transformarla?[vii], y otro por Pol Galofre (@Polgos), Pasar, ¡qué complicado![viii]. Desde dos posiciones muy distintas ponen en cuestión una de las categorías con las que nos nombramos las personas que nos llamamos hombres feministas. Y no es la de feministas.

Quizás, si queremos avanzar, no podemos limitarnos a trabajar en la renuncia a nuestros privilegios, o a buscar nuevas masculinidades como posibles expresiones liberadoras del sistema patriarcal. Esas líneas, válidas en lo relativo al comportamiento, me da que se quedan algo en la superficie. Son un primer paso necesario, pero se me antojan muy cercanas a una estrategia conductivista. Quizás, si de verdad queremos que los feminismos nos acojan cuando luchemos por la igualdad real, por el objetivo común que creo que persiguen y donde las categorías hombre y mujer son solo dos tonalidades de un continuo mucho más amplio donde no importan los colores; si queremos que los feminismos no se fijen en nuestra apariencia externa, además de comportarnos correctamente, lo que debemos hacer es dinamitar el binarismo hombre-mujer empezando por nosotros. Las mujeres en los feminismos nos llevan muchas décadas de adelanto. Creo que debemos apuntar en esa dirección.

Y en el camino, mientras tanto, no callarnos; sino transitar por el hilo y aguantar los chaparrones cuando nos caigamos.

[i] Al utilizar los términos mujeres y hombre no pretendo usar un lenguaje binarista. En estos párrafos el vocablo hombre agrupa a todas las personas con cierta apariencia que somos reconocidas como tal en el sistema patriarcal en el que vivimos y gozan de privilegios debido a ello, mientras que con el término mujeres quiero agrupar a todas aquellas que no lo son y se ven sometidas a una violencia sistemática por parte del sistema debido a la discriminación de género.

[ii] http://www.eldiario.es/pikara/hombres-igualdad-feministas-relacion-complicada_6_267083318.html

[iii] Yo he recibido este comentario en distintas circunstancias y con muy distinta severidad. A veces, creo, de forma tremendamente justa y otras de forma injusta. Generalmente es difícil reconocer que uno está actuando de esa manera. Y uno sigue cayendo, no es impecable. Pero cada vez ayuda, incluso desde el dolor o desde la rabia, comentarlo y revisarse, aunque sea a posteriori. Yo voy muy despacito; de las contradicciones se sale muy poco a poco. El primer paso es verlas, y ayuda mucho que te las hagan ver, una y otra y otra vez.

[iv] https://brandneweyes.wordpress.com/2014/07/19/nos-ocupamos-del-mar-carta-a-los-hombres-sobre-icebergs-montanas-e-igualdad/

[v] http://www.pikaramagazine.com/2014/10/una-carta-abierta-a-los-hombres-feministas/

[vi] El artículo fue muy bien recibido por muchas mujeres feministas, pero también leí alguna crítica aislada en las redes por aparecer en el medio en que apareció. Desgraciadamente, por más que he intentado recuperar esos tuis aislados que leí en los días siguientes a la publicación del artículo, no los he encontrado. El argumento volvía a ser el de la apropiación: ¿qué hacen estos intrusos utilizando un medio que es nuestro? He dudado mucho si poner esta nota al no encontrar ahora esos tuits. Sin duda no la pondría en si esto no fuera un post personal.

[vii] http://www.pikaramagazine.com/2013/03/%C2%BFque-hacemos-con-la-masculinidad-reformarla-transformarla-o-abolirla/

[viii] http://www.pikaramagazine.com/2014/05/pasar-que-complicado/